lunes, 1 de abril de 2024

Así, prefiero no evolucionar

Hoy al subir al metro a primera hora para ir a trabajar, como cada mañana, he visto un titular en un diario gratuito que me ha llamado la atención, y ha encendido una lucecita en mi cerebro aún dormido. El titular anunciaba la venta de píldoras poscoitales sin necesidad de receta, incluso a menores. Al verlo la primera e inmediata lectura ha sido la de pensar que esto supone un adelanto ya que por fin estos fármacos se hacen más accesibles a aquellas personas que no deseen tener descendencia. Hasta ahí bien. Pero luego están aquellos que no frenarían el proceso de procrear si no fuera porque hoy se ha convertido en casi (o sin el casi) un privilegio. Me pregunto por qué algo tan natural como la reproducción parece un privilegio al alcance de unos pocos, más cuando nosotros, el pueblo, estamos manteniendo al enésimo hijo de la monarquia. Entonces me ha dado por pensar en el mundo idílico de los Eloi que describía la novela La máquina del tiempo (sin los morlock, claro), que es a mi modo de ver la forma natural de vivir, todos libres, sin ataduras ni miedo a procrear, y he empezado a sentir auténtico asco hacia todo ser viviente con traje y corbata que se encontrara a diez metros a la redonda y que son la imagen de esta sociedad clasista, marginal y materialista en la que vivimos. Me daba especialmente asco un hombre muy alto que tenía cerca, engominado y con cara de suficiencia. Me daban ganas de golpearle el estómago aprovechando que me quedaba a una altura ideal.
Luego, mientras observaba a todo aquella gente hacinada en aquel vagón de metro colapsado como cada mañana a esta hora y que apenas se miraba a la cara, pensaba en aquella película en que un científico crea una especie de gusano que se mete en el cuerpo de las personas y evita que puedan reprimir sus instintos sexuales. Hay una escena muy buena en que una marabunta de gente adulta e incapaz de reprimir sus más bajos instintos empieza a tirarse a una piscina y lleva a cabo una gran orgía. No estaría mal que algo así sucediera en la realidad. ¿Se imaginan la de empresas que se irían a pique por culpa de una sociedad incapaz de frenar sus impulsos sexuales y llevar a cabo su rutinaria vida? ¿A políticos y gente importante de negocios fornicando en plena calle? Sería una imagen grandiosa, algo así como una revolución, pero sin muertes ni damnificados, el fin de los capitalistas y su control sobre todo lo que les rodea.

Pienso en todo esto mientras llego tarde al trabajo, y seguramente la reprimida de mi jefa, que esa noche seguramente tampoco habrá jodido, se estará frotando las manos preparándose para la posible bronca que me vaya a dar, sin embargo mi libertad está tan cercenada y estoy tan cogido de los huevos que tendré que agachar la cabeza e irme a mi sitio como el pobre número que soy en esta sociedad tan comprensiva y divertida. Por cierto, un dato curioso sin importancia: me llamo Eloy.

El consumismo

Es sabido que vivimos en una época donde el consumismo nos ataca continuamente, entra en nuestras casas de forma impune, en nuestros teléfonos, en las carreteras mientras vamos a gozar de unas vacaciones para relajarnos del estrés diario. Es un vendaval que arrasa el libre pensamiento recordándonos cosas como que ser feliz pasa por consumir como energúmenos. Que si personalizar tu piso con muebles de Ikea, que si llenar tu coche de idioteces que no sirven para nada, que si... Pero prefiero no extenderme más en el tema porque ya existe un libro y un film titulados El club de la lucha que tratan muy bien el tema. De lo que sí voy a hablar es de como cada vez más esto afecta a aquello a lo que tenemos más aprecio. Yo, por ejemplo, me considero un gran amante de la música, de la lectura (especialmente del cómic, en muchas ocasiones más ameno y entretenido que muchos libros), y del cine, el cual, al menos el comercial, ha caído en un pozo de mediocridad difícil de superar que creo como mínimo digno de mención, ya que de un tiempo a esta parte Hollywood está tirando única y exclusivamente de remakes de forma tan exagerada que llega a parecerme aberrante (vamos, lo mismo que pasa por ejemplo en la música con los triunfitos y cía.), y lo más preocupante es que cedemos con total normalidad ante tal timo. No cabe duda de que la industria del arte se ha convertido en una "fabrica de hacer dinero" pura y dura que renuncia a la creación, que es lo que hace del arte algo único, y centra todos los esfuerzos en copiar éxitos pasados acompañándolos de una ambiciosa campaña de marketing. Y si no que alguien me explique qué otra necesidad hay en hacer un remake de una de las cumbres de la ciencia-ficción, como es Ultimatum a la tierra.

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Sobre la calidad de los remakes, que esto da para otro artículo, mejor no hablar demasiado, ya que nos ofrecen poco más que un montón de efectos digitales y escenas que se olvidan con la misma velocidad con la que han sido elaboradas. Vamos, que ni copiando logran traspasar ni un ápice de las sensaciones de las originales. Aunque, bien pensado tampoco es ése su fin... Ahí estan bodrios del calibre de La Matanza de Texas 2003, La profecía (2006), Soy leyenda y los innumerables remakes de películas de terror asiáticas. Y eso por no hablar de las trilogias, tetralogias y...en definitiva, inacabables e inabarcables sagas como Saw, Jarri Potter, Las cronicas de Narnia o las nuevas de Star Wars, las cuales es imposible ver más allá de un producto con tantas cualidades artísticas como un disco de Los Rebujitos. Al menos ahí está Pixar y alguna buena pelicula que cae muy de vez en cuando.

Y esto sigue cada vez con más descaro mientras el público acepta y entra en este juego, seguramente arrastrados por la misma conducta gregaria que les lleva a seguir las hazañas del pánfilo de Fernando Alonso, aunque nunca les hubiera interesado la Fórmula 1, van de compras cada fin de semana en busca del modelito de moda de turno, o se pillan el último iPhone. Pero anteponerse a esto es absurdo, y, al fin y al cabo, una batalla perdida desde el principio. Y eso es lo jodido, que es toda esta mierda la que tiene el poder y controla nuestra vida desde hace tiempo.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Tuve un ¿sueño?

Estoy en una especie de nave. Hay mucha luz, pero puedo distinguir a los tripulantes. Visten un mono blanco o plateado, con un casco del mismo color. Están sentados en una mesa, a unos diez metros de mí. Actuan como si no estuviera allí.
Les grito, pero algo frena las ondas del sonido, como si estuviera sumergido en algún líquido, y este parece chocar contra un cristal. Me giro y dentro de una cápsula veo flotando un cuerpo, intacto, salvo un detalle... ¡No tiene cabeza! 

Trato de golpear el cristal, pero no puedo, es como si estuviera paralizado. Los tripulantes siguen ignorándome. 
Abatido, agacho la cabeza. ¡No puede ser! ¡Me faltan los brazos! ¡Las piernas! ¡El tronco!

Me despierto sobresaltado en mi cama. Me levanto rápidamente con unas ganas tremendas de orinar, y lo hago sin parar, tanto que me duelen hasta los riñones. 
Termino aliviado, me miro al espejo, con en ese extraño sueño en mi cabeza. Todo está bien. La cabeza, el cuerpo... Todo está en su sitio.

Pero, de repente, algo llama mi atención. Empiezo a acercarme al espejo y observo una línea finísima que rodea mi cuello, como un hilo casi imperceptible. Me quedo paralizado. Lo rasco con la uña pero sigue en su sitio. Dios, parece una cicatriz de una precisión quirúrgica imposible, tan perfecta que no parece de este mundo.

jueves, 26 de agosto de 2021

Capítulo I (Un día normal de trabajo)

Nuevo día de trabajo. Me levanto de la cama con ganas, no es como esas horribles mañanas de invierno en que es imposible despegarse del colchón y renunciar al calor de la manta; empieza el buen tiempo y resulta menos traumático levantarse tan temprano. Eso no quita que trabajar siga pareciéndome una perdida de tiempo que preferiría invertir en otras cosas mucho más valiosas, pero ahora mismo no me queda otra alternativa si aspiro a seguir viviendo con mi pareja en un piso situado en el centro de Barcelona. Y, toco madera, al menos me siento bien en el curro por una vez en la vida (lástima que el sueldo no esté a la altura). El desayuno, como de costumbre, sabe a gloria. Es un alivio pensar que es la comida más importante del día, porque también es mi favorita y suelo hartarme a bolleria y pizza si ha sobrado el día anterior. No entiendo como pueda haber gente que va a trabajar sin nada más en el cuerpo que un café. Después de mi atracón mañanero voy a la habitación y me despido con un beso de mi pareja que está medio dormida y a la que no veré hasta la noche por la diferencia de horario entre su trabajo y el mío. ¡Vaya!, ya es tarde... solo quedan quince minutos para las ocho y ni siquiera estoy en el metro... 
Al fin llego al trabajo, tarde, como de costumbre, suerte que el jefe es un tipo joven y bastante enrollado, y suele hacer la vista gorda. Saludo a mi compañeras que, como de costumbre, van de culo con los auriculares y el ordenador. Es increíble el espíritu con el que se levantan algunos de buena mañana, hasta el punto de colapsar nuestra centralita de RRHH. Se trata de empleados de la Caixa de Barcelona, suelen ser, por lo general, gente bastante seria y educada (he dicho: suelen; porque de todo hay en la viña del señor...). Son gente a la que le importa mucho su trabajo, si no no se hubieran esforzado tanto para llegar hasta ahí, así que se lo toman muy en serio, no como yo, por ejemplo. 
Riiiiiiiiing...* (mi primera llamada) 
-Buenos días, soy Eloy, ¿en qué le puedo ayudar? 
-Hola, soy Aranza, de la oficina sesenta y seis, necesitaba que me dijeras cuantos días tengo por hospitalización de un familiar. 
-sí... em... de acuerdo. Un momento por favor -como no presto demasiada atención a los cambios, nunca me entero cuando modifican algun apartado de intranet, como ahora, así que tengo que molestar a alguna compañera que no está atendiendo una llamada, lo cual es sumamente difícil, para que me diga dónde coño la han escondido esta vez. De acuerdo, podría ponerme a buscar yo mismo, pero siempre tengo la sensación de que voy a tardar y la empleada que está al otro lado del teléfono se va a impacientar. Dos de mis compañeras están disponibles justo ahora, pero como no hay mejor persona ni en este edificio ni en el mundo entero, se lo pregunto a Joana. 
-hey, Joana, ¿cuántos días tienen por hospitalización de un familiar? 
-Sí, mira, si vas al apartado de permisos, en la intranet. 
-¡ah, vale! -le doy la respuesta que necesita, y cuelgo. He tenido que explicárselo todo, porque, aun con el apartado delante, no se enteraba un pijo, ¡y todo cobrando menos de la mitad de su sueldo! Al final resultará que, sin estudios o con estudios, todos somos unos cómodos y nos gusta que nos lo den todo hecho. 

Lo que os acabo de narrar, queridos lectores, es una típica escena de mi lugar de trabajo. Nosotros, es decir, Joana, Vanessa, Remedios, y yo, formamos la totalidad del departamento de RRHH para todas las oficinas de la caixa Barcelona repartidas por la totalidad de España, así que ya os podéis imaginar lo de culo que vamos. 
 -Qué pasa, tipo -se acerca Félix, un tipo que, aunque no me soportaba al principio, según sus propias palabras, ahora se lleva bastante bien conmigo. 
-Aquí estamos. 
-¿te vienes a tomar un café? 
Miro las llamadas en cola en la pantalla, veo que no hay ninguna, pongo el after call en el telefonillo, y me levanto de la silla. 
 -Oye tío, no sé qué le pasa a estas chavalillas pero tienen el santo don de poner de mala leche a uno de buena mañana 
-¿A qué te refieres? -los mensajes crípticos son algo normal en él, así que hay que preguntar mucho si quieres llegar a descifrarlo, aunque a veces ni así. 
- el circulo rojo 
-ummh... no te entiendo, tío. 
-nada, que esta semana toca regla, tío, y yo soy la pobre víctima. Hoy presiento un día jodido, no me ha mirado ni el gay... y eso ya es decir -esto también es típico en él, llevarte a una conversación o a otra a su antojo. 
-joder, deberías de estar contento... A mi me incomoda... 
-bah, tampoco es tan malo, tío, eso significa que al menos sigues atrayendo a alguien. Em... vamos a dejarlo -esboza una sonrisa irónica, como de costumbre-. vámonos, muchacho -tira el vasito del café a la papelera con su típico gesto de resentimiento.-. Por cierto, ¿hoy cervecita? 
-no estaría mal. 
-¿dónde? 
-¿viene alguien más? 
-en principio no, y paso de enviar un mail a éstas -se refiere a Helen y Carla, dos chicas que trabajan en el mismo edificio que nosotros y con las que nos llevamos bastante-. Ya sabes que desde se fue el Vin pasan de nosotros como de la mierda. 
-ok... ¿triángulo friki, entonces? 
-hecho. 

 *No es precisamente el sonido que hace el teléfono de una centralita, pero era suficiente para que entendiérais la onomatopeya

Capítulo II (Félix y el triángulo friki)

Tengo ante mí uno de nuestras mejores terapias para olvidarnos del estresante día de trabajo, se trata del triángulo friki, lo apodamos así porque es la zona donde están concentradas más tiendas de comics, videojuegos, juegos de rol, y demás material friki, por metro cuadrado de toda Barcelona. La primera tienda que solemos visitar es, cómo no, Norma Comics, donde Félix, que conoce esto como la palma de su mano y por eso me arrastra a un sitio u otro según sus intereses, encuentra casi todo el material que le gusta. Se trata básicamente de cómics de super héroes. De hecho, las pautas habituales que seguimos cuando vamos a este sitio son que mientras él hojea comics de la sección de super héroes, yo me distraigo mirando camisetas y estatuillas relacionadas con comics o pelis. Cuando ya se ha cansado de buscar o ya ha encontrado lo que quería, entonces ya sí puedo engañarle para ir a la sección de comics underground, que, la verdad, no es que tenga mucho material (para eso hay otras tiendas mejores), pero al menos me siento más a gusto que entre dibujos de superman y mamotretos de Alan Moore. 
-Eh payo, has leído éste -me dice. 
-¿Cuál?
 -la casta de los Metabarones -dice, motivado. -pues...no. Pero me suena... -nunca está de más no quedar como un ignorante, puede que sea un cómic importante, de hecho suena como si lo fuera. 
-de Jodorowsky -parece como si él tampoco se lo hubiera leído, además, es raro que él se lea algo que esté en la sección de comics underground, la cual nunca pisa a no ser que, casualmente, venga conmigo. Seguramente alguien lo habrá leído y le habrá comentado, o simplemente le llama la atención el título y la cubierta. 
-mira, están reeditando Odio, podrias pillarte un volumen, cada volumen contiene varios números, y... 
-a ti te va el rollo, "pulp" -me interrumpe sin prestar atención al comic que le estoy mostrando. 
-uf, no entiendo mucho de términos...pero cuenta cosas que me tocan de cerca. 
-yo el cómic lo quiero para olvidarme de todo, para saber sobre la vida ya tengo el día a día -me quedo callado y pensativo. Puede que tenga razón, o puede que no, pero en boca de un tipo menudo, de aspecto desaliñado, gafas y camiseta negra con un dibujo enorme de Venom, suena muy profundo. A mí no se me ocurre nada mejor que decir, así que me callo, ojeo un comic de Adrian Tomine, miro la salida, y lo dejo en el sitio (prefiero dejar la compra para otro día porque estoy sin blanca). Ahora toca cafeteria friki. Un lugar donde además de tomarte una cerveza también puedes jugar a rol o hablar de cosas muy frikis. 
 -¿Qué querréis? -se acerca la camarera, una chica de aspecto juvenil, a nuestra mesa para tomarnos nota.
-Cerveza -responde Félix -¿tú? -dice mirándome a mí 
-¿clarita? 
-umh...vale.
 -una clara y una cerveza, marchando... 
-la camarera toma nota de memoria.

Nota: este relato fue escrito en el 2005. Nunca continuó.

Poema I

He aquí una poesía que escribí hace la tira, cuando tenía 16 ó 17 años.
De tu adiós la mesita de nuestras noches se desvaneció y con ella los felices momentos que pasamos De tu adiós el techo poco a poco agacha el rostro, las paredes se arrugan, y en un cuadro de un bonito paisaje el invierno borra la primavera. Caen de las estanterías los libros de hermosas poesías cuyas páginas, ahora en blanco, huyen de esta habitación, donde las ventanas dan la espalda a la calle y la puerta se cierra al mundo y a la gente. Ahora esta cama es mi cárcel y yo sólo un pobre condenado que llora a diario tu ausencia, mojando de noche la almohada de tu olor a recuerdo.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

¿Qué le pasa al jurado de La Voz?

Que quede claro, antes de nada, que nunca había visto este programa hasta hace unos días. Quise acercarme, de un modo antropológico, a este engendro, pero lo que me encontré realmente me estremeció. ¿Qué le pasa al jurado de ese programa? ¿Por qué sus integrantes lloran desde el minuto uno cuando alguien se pone a cantar? ¿Por qué deambulan por el plató abrazándose, con los ojos vidriosos? ¿Obedece todo a un plan secreto de alguna secta diabólica culpable del reggaeton? ¿Están todos bajo los efectos de algún opiáceo? ¿Es simple y pura sugestión colectiva? ¿Qué hace ahí la Mala Rodríquez?

Bueno, al fin y al cabo, no voy a seguir viéndolo, me deja mal cuerpo ver a tanto millonario enamorado de sí mismo llorando hasta cuando le saludan. Me preocupa especialmente Antonio Orozco, porque interioriza todo demasiado, le da mucho peso, como si hablara continuamente entre puntos suspensivos; si yo fuera él, me costaría despertar por las mañanas y poner un pie en el suelo sabiendo que he de soportar que todo a mi alrededor esté impregnado de un enorme calado emocional:

- Buenos días, Antonio.

- Buenos días... qué grande ereeeh... levantarse un día... y poder saludar a alguien que te da tanto... es tan... (aquí tiene que detenerse porque la palabra que va a pronunciar puede provocarle un derrame cerebral, quizá) gratificante... de verdad...

- buf, ya estamos, Antonio.