jueves, 26 de agosto de 2021

Capítulo I (Un día normal de trabajo)

Nuevo día de trabajo. Me levanto de la cama con ganas, no es como esas horribles mañanas de invierno en que es imposible despegarse del colchón y renunciar al calor de la manta; empieza el buen tiempo y resulta menos traumático levantarse tan temprano. Eso no quita que trabajar siga pareciéndome una perdida de tiempo que preferiría invertir en otras cosas mucho más valiosas, pero ahora mismo no me queda otra alternativa si aspiro a seguir viviendo con mi pareja en un piso situado en el centro de Barcelona. Y, toco madera, al menos me siento bien en el curro por una vez en la vida (lástima que el sueldo no esté a la altura). El desayuno, como de costumbre, sabe a gloria. Es un alivio pensar que es la comida más importante del día, porque también es mi favorita y suelo hartarme a bolleria y pizza si ha sobrado el día anterior. No entiendo como pueda haber gente que va a trabajar sin nada más en el cuerpo que un café. Después de mi atracón mañanero voy a la habitación y me despido con un beso de mi pareja que está medio dormida y a la que no veré hasta la noche por la diferencia de horario entre su trabajo y el mío. ¡Vaya!, ya es tarde... solo quedan quince minutos para las ocho y ni siquiera estoy en el metro... 
Al fin llego al trabajo, tarde, como de costumbre, suerte que el jefe es un tipo joven y bastante enrollado, y suele hacer la vista gorda. Saludo a mi compañeras que, como de costumbre, van de culo con los auriculares y el ordenador. Es increíble el espíritu con el que se levantan algunos de buena mañana, hasta el punto de colapsar nuestra centralita de RRHH. Se trata de empleados de la Caixa de Barcelona, suelen ser, por lo general, gente bastante seria y educada (he dicho: suelen; porque de todo hay en la viña del señor...). Son gente a la que le importa mucho su trabajo, si no no se hubieran esforzado tanto para llegar hasta ahí, así que se lo toman muy en serio, no como yo, por ejemplo. 
Riiiiiiiiing...* (mi primera llamada) 
-Buenos días, soy Eloy, ¿en qué le puedo ayudar? 
-Hola, soy Aranza, de la oficina sesenta y seis, necesitaba que me dijeras cuantos días tengo por hospitalización de un familiar. 
-sí... em... de acuerdo. Un momento por favor -como no presto demasiada atención a los cambios, nunca me entero cuando modifican algun apartado de intranet, como ahora, así que tengo que molestar a alguna compañera que no está atendiendo una llamada, lo cual es sumamente difícil, para que me diga dónde coño la han escondido esta vez. De acuerdo, podría ponerme a buscar yo mismo, pero siempre tengo la sensación de que voy a tardar y la empleada que está al otro lado del teléfono se va a impacientar. Dos de mis compañeras están disponibles justo ahora, pero como no hay mejor persona ni en este edificio ni en el mundo entero, se lo pregunto a Joana. 
-hey, Joana, ¿cuántos días tienen por hospitalización de un familiar? 
-Sí, mira, si vas al apartado de permisos, en la intranet. 
-¡ah, vale! -le doy la respuesta que necesita, y cuelgo. He tenido que explicárselo todo, porque, aun con el apartado delante, no se enteraba un pijo, ¡y todo cobrando menos de la mitad de su sueldo! Al final resultará que, sin estudios o con estudios, todos somos unos cómodos y nos gusta que nos lo den todo hecho. 

Lo que os acabo de narrar, queridos lectores, es una típica escena de mi lugar de trabajo. Nosotros, es decir, Joana, Vanessa, Remedios, y yo, formamos la totalidad del departamento de RRHH para todas las oficinas de la caixa Barcelona repartidas por la totalidad de España, así que ya os podéis imaginar lo de culo que vamos. 
 -Qué pasa, tipo -se acerca Félix, un tipo que, aunque no me soportaba al principio, según sus propias palabras, ahora se lleva bastante bien conmigo. 
-Aquí estamos. 
-¿te vienes a tomar un café? 
Miro las llamadas en cola en la pantalla, veo que no hay ninguna, pongo el after call en el telefonillo, y me levanto de la silla. 
 -Oye tío, no sé qué le pasa a estas chavalillas pero tienen el santo don de poner de mala leche a uno de buena mañana 
-¿A qué te refieres? -los mensajes crípticos son algo normal en él, así que hay que preguntar mucho si quieres llegar a descifrarlo, aunque a veces ni así. 
- el circulo rojo 
-ummh... no te entiendo, tío. 
-nada, que esta semana toca regla, tío, y yo soy la pobre víctima. Hoy presiento un día jodido, no me ha mirado ni el gay... y eso ya es decir -esto también es típico en él, llevarte a una conversación o a otra a su antojo. 
-joder, deberías de estar contento... A mi me incomoda... 
-bah, tampoco es tan malo, tío, eso significa que al menos sigues atrayendo a alguien. Em... vamos a dejarlo -esboza una sonrisa irónica, como de costumbre-. vámonos, muchacho -tira el vasito del café a la papelera con su típico gesto de resentimiento.-. Por cierto, ¿hoy cervecita? 
-no estaría mal. 
-¿dónde? 
-¿viene alguien más? 
-en principio no, y paso de enviar un mail a éstas -se refiere a Helen y Carla, dos chicas que trabajan en el mismo edificio que nosotros y con las que nos llevamos bastante-. Ya sabes que desde se fue el Vin pasan de nosotros como de la mierda. 
-ok... ¿triángulo friki, entonces? 
-hecho. 

 *No es precisamente el sonido que hace el teléfono de una centralita, pero era suficiente para que entendiérais la onomatopeya

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